jueves, 15 de enero de 2015

Fuego

Al fuego lo conocí un verano de 2011 en Ortigueira. En el Festival de Ortigueira. Había escuchado tanto hablar de él que me apetecía ir. No dejes de ir a donde quieres. Sin excusas, aunque sea solo. 

Serpenteaba entre la madera ardiente, vivo, en un tono tan anaranjado que era rojo. Respiraba, asumiendo mil y una apariencias. Jugaba conmigo, saltando aquí para allá, excitado por la música de una guitarra discordante y las voces de dos chavales que contaban su historia. La noche era la protagonista. Jamás olvidaré cuando me miró. Tuve que irme a dormir. 

A Fuego, realmente la conocí en ese Festival. Y sin embargo, la conocía de antes. Creo en las vidas pasadas. En los reencuentros. Eramos un grupo numeroso, había amigos acampados en otras partes de que aquel bosque que terminaba en una playa, y nuevas personas llegaron a nuestro campamento. Los días que fueron, nos parecieron pocos. Las patatas asadas y una final en la que jugaba España contra no recuerdo qué otro país. Era importante. Para quien lo fuera. 

El bosque estaba vacío. Era hermoso, y triste a la vez. 

Una vez me dijeron panem et circenses, me llegó al alma. Pudiendo entender perfectamente la excusa de reunirse con los amigos en ocasiones por ese motiva para reforzar lazos. Sentados, gritando a una pantalla de televisión, picándose los unos a los otros... Es que simplemente no. La vida está llena de cosas que hacer, con esas personas a las que quieres. Sólo hay que tener un poco de imaginación, como cuando aún no sabíamos ni lo que esa palabra significaba. Era algo inherente. Quedamos tres de nosotros en el campamento, haciéndonos la cena. Una patatas a la brasa que jamás llegaron a hacerse, unos espaguetis con salsa de tomate recién hecha, pimientos a la brasa (estos sí que estaban riquísimos, sobre todo después de echarles un poco de comino y sal). No sé, aquí en Marruecos, es una de esas delicias que tienes que degustar. Como el Cuscús, si quieres. Cuánto disfrutamos y nos reímos. Hasta apareció un tipo de entre los arbustos, que estaba un poco perdido y se unió a nosotros. Decía que tenía que seguir adelante, que aún le quedaba camino. Echamos un canuto mientras anochecía, despidiendo a nuestro fugaz amigo. 

Fuego era divertida, interesante, atractiva y totalmente diferente a mí, coincidíamos en lo intangible. 

Fue meses después, cuando nos cruzamos en Asilah que mi corazón dio un pequeño vuelco, quería besarla. Un beso es lo más hermoso que sucede entre dos personas que se atraen. Y puede quedarse sólo ahí.

Conectamos. Hablamos mucho. Paseamos. Indagamos poco a poco, cada uno en el otro, sorprendidos y fascinados de las palabras que se entretejían, de las realidades que creábamos. Adiós, adiós. Sin embargo no dejaría que se acabara ahí. Había algo, profundo, que me mantenía vivo. Puede que siempre haya sido de amores platónicos. La idea de un Tristán y una Iseo, Isolda, que duermen separados por una espada, me parece una imagen fascinante. Es hasta erótico. Porque no haces eso sin más. 

Pasamos un año, noche tras noche, embriagándonos el uno al otro, sin tenernos al lado. Hicimos del tiempo lo que quisimos. Fui a verla. Caminamos. Andamos por su ciudad, leímos poesía en el suelo, sobre la que luego andábamos. Fuera del hecho romántico, encontrar poesía en el suelo sobre el que miles de personas, millones, pasaban cada día me resultaba extático. Un regalo. Lee. Atrévete a leer, que tu siguiente paso no será como el anterior. Esa noche salimos por ahí, es lo que hacen los jóvenes, reunirse y ponerse a prueba. Conocer sus límites, a medida que viven experiencias, acariciar la locura, o colmarse de placer, lo de la forja de la vida. 

¿Puedo besarte? Tenía que haber dicho. Debe ser porque he visto muchas películas, pero siempre fantaseo con el hecho de simplemente, hacerlo. Hazlo. No lo dudes. Si es lo que deseas. Las consecuencias no pueden ir mucho más allá de una bofetada, y sin embargo, una demostración de amor, es incomparable a ese sentimiento. Es sólo un beso. Un beso que no di.

Fuego conoció a un chico. Tarde o temprano, pasaría. Total, tampoco había nada entre nosotros, excepto eso que resurgirá cada vez que nos volvamos a cruzar. Bajaremos los ojos tímidos, o jugaremos a ser lobos con piel de cordero. 

Juguemos, como niños, sin razón alguna.

Fuego, ha desaparecido. A veces la echo de menos. Leerla. Las risas absurdas, o las trascendencias metafísicas. Fuego, ha desaparecido, pero la vida no ha hecho más que empezar.

Así es como de nuevo aprendí, que los besos hay que darlos, no guardárselos. 

Más de tres años en apenas una página y media. Su cumpleaños fue hace poco, no la he felicitado. Hasta hoy. 

Me pregunto si los sentimientos se pueden escribir. 

Feliz cumpleaños, Fuego. 

Quiero seguir escribiendo, sobre un beso que si di, pero creo que seguiré mañana.

Buenas noches.





1 comentario: