domingo, 18 de enero de 2015

Sin pies ni cabeza

Dos almohadas. Siempre me ha gustado dormir con dos almohadas. Algunas personas, duermen directamente sin almohada. Una vez usé un jersey y un sombrero de vaquero. Me gusta tener la cabeza alzada. Tal vez por eso esté tan a menudo en las nubes. 

En ocasiones, o la mayoría de la veces que me pasa, me encantaría tener una grabadora en la cabeza. Que todas esas líneas se graben automáticamente. Puede que sea cuestión de intentar recordarlo. Aunque también me maravilla el hecho de pensar que ahí está la magia, que en lo efímero reside lo sorprendente, lo imposible. Kuby siempre me decía que me comprara una, que me grabara, cuando estuviese surgiendo, que le diera al play, y adelante. Aún no me la he comprado. Una vez, en Sevilla (qué casualidad), estuve a punto, y al final me resistí, probablemente porque querría invertir el dinero en una buena juerga con los amigos. 

Porque no hay grabadora que merezca la pena más que un recuerdo inolvidable, aunque acabemos fumando cigarrillos en una terraza, escuchando los grillos y reconstruyendo el mundo. 

Esta noche, me han regalado una pequeña bolita translúcida, del tamaño de un guisante debe ser, con un toque de prisma, y cuyo interior cambia de color según lo mueves por la luz. Me pregunto qué significará. Ya le preguntaré a qué viene. Es divertido como cuando decides no empeñarte más, o intentar demostrar, la realidad te sorprende. La cena ha sido muy divertida, Papa Hassan estaba muy gracioso, abrigado hasta los dientes, y armado con su Malibú, nos ha hecho reír a carcajadas mientras penas sentíamos pasar el tiempo, o los bocados.  

Hoy he tenido un momento sagrado, mientras esperaba al fontanero y un compañero del trabajo para las dietas de los que se incorporaban al equipo. Por fin he terminado Viaje a Oriente. Qué grandioso es H. H., como él mismo se nombra en el libro. Cómo al final del libro, en el interior de la contraportada reza "Hay libros cortos, que para entender, hace falta una larga vida" de Quevedo. Sublime. Os lo recomiendo, sólo son 172 páginas. Cada vez que leo a ese hombre, me sorprende, con toda su atmósfera sombría, cómo ensalza la propia vida en su belleza más directa y espontánea. Cómo sus preguntas son tan oportunas. 

Hoy, mientras caminaba de vuelta a la Oficina, me han dicho que estaba estresado, que lo era. Sólo porque estaba planificando lo que ten que hacer antes de que el avión aterrizara. No sé, cuando te gusta lo que haces, no creo que sientas estrés, puede que el estrés sea como la pasión, sí, en cierto modo te tiene en tensión, hace que estés más atento, preparado... Sólo que luego, no sonríes y te duermes feliz, dispuesto a seguir adelante al día siguiente, aunque te espere derribar una montaña puño a puño. Que hay que dedicarle tiempo a uno mismo, estoy totalmente de acuerdo. Que no hay que pasarse el día trabajando, sí, cierto. Sólo que cuando sientes que estás aprendiendo, aportando, disfrutando, en definitiva, de lo que haces, es como un juego, deja de ser todo ese concepto de plomo que aplasta las conciencias, se convierte en una motivación. Como la propia vida (qué trascendental me pongo a veces). 

Aunque no soy el mejor en madrugar.

Siempre me ha gustado la noche. Su tranquilidad, su misterio, el brillo de las estrellas, puede que por eso me gusten los búhos, o les tenga respeto. También puede ser porque de pequeño, me quedaba viendo películas de terror con mi madre hasta las tantas. 

El otro día, me di cuenta que el reloj del blog está programada en otro huso horario, aún no he descubierto cuál, y tampoco creo que lo me haga, me parece divertido ese hecho tan simple. Y también me recuerda que el tiempo no existe. Que nos lo hemos inventado. Unas líneas, unos números, unos conceptos, y ¡bam! - al unísono - no digo que no tenga su lado bueno, sólo que siempre he sido más de puestas de sol y amaneceres. 

A veces, me gusta buscar el amanecer, y seguir adelante, no cerrar los ojos. 












No hay comentarios:

Publicar un comentario