miércoles, 21 de enero de 2015

Sorpresas de la noche

Por esto es por lo que merece la pena quedarse despierto hasta las tantas. Por esto merece la pena no dormir tantas horas como querías. Por esto se debe decir que la noche es mágica. 

Acabo de recibir un e-mail de una persona de la que hacía mucho que no sabía nada. De esas personas con las que viajas, porque sabes que disfrutan tanto como tú o más, de esas personas con las que puedes conversar hasta el fin de los tiempos mientras las horas del tren, parecen segundos. Con quien bailas hasta el amanecer en una juerga inolvidable. A quien le das tu saco de dormir porque llueve a mares y no te importa mojarte un poco más. Con quien ríes hasta el amanecer convirtiendo estatuas en el mejor parque de atracciones, o asistes a una manifestación a favor, y en contra de Putin. 

Los rusos nos tienen fichados. 

Cuando recorrer países en un par de semanas se convierte en tu día a día, los idiomas te sorprenden y te pierdes en el cirílico con despreocupación. Esa persona con la que lo disfrutas todo, y a veces, matarías. Con quien acabas cenando en un cubano en mitad de Milán, en busca de comida italiana. Menudos bailes. 

Cuando eres dueño de tu tiempo. 

Generalmente, sucede siempre que te vas de viaje, teniendo cierto tiempo por delante. Y sin embargo, cualquier día, mañana mismo, que podría ser tan intenso, lo hacemos sólo otro más. Deseando alcanzar esa libertad. Acompañada. O no.

Los conductores que te ofrecen galletas, o los ancianos de un olvidado pueblo Eslovaco que te avisan de que se te va el tren. Cuando las esperanzas se pierden por un instante, pensando que perderéis el avión, y siempre, existe una solución. Aunque sea un poco más jodido.

Porque sin un poco de imprevistos, no hay diversión. Y el hombre que se meó junto a la máquina expendedora. Le hicieron limpiar. O los que te cruzas sin más y te invitan a una cerveza, recitan poesía, y cantan, a las 04:00 de la mañana, porque a las 03:15 habíais hecho las paces. Qué divertido.

Y así, de repente: 

" Y así, el anciano le dijo - Aquí suele hacer frío, pero no tanto como este año. Está nevando donde nunca antes - Frotándose los guantes para calentarse un poco más las manos si podía. Asintió con la cabeza, mientras esbozaba una sonrisa sincera, retomando la marcha. Alguien se lo había dicho, de alguna forma, a lo largo del día - Hay que caminar, seguir adelante. No detenerse - No recordaba muy bien si había sido un anciano que se había cruzado en el restaurancillo donde solía comer, una mujer con la que había hablado, o alguien del trabajo... " 










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