martes, 13 de enero de 2015

II

He tenido la tentación de no escribir esta noche, porque es un poco tarde, y sin embargo, no haberlo hecho, habría sido un error. Más que nada, porque hoy, me he pasado el día a la espera de este momento, cuando tenga esta página virtual delante de los ojos, y me pregunte cómo empezar. 

Ayer, lo dejamos con Claudia. Era morena, de ojos claros, no más de 27 años, estaba rellenita, de madre argentina y con una mirada astuta. Sabía un poco de todo. Podía hablar con ella de lo que quisiera, y la conversación no se acabaría, hasta que indagáramos en  algún tema nuevo. Perplejo, porque hacía mucho tiempo que nadie me proponía tomarme un copazo porque ya no eran horas de vino, apuesto por el Gin. Bombay Sapphire, es lo que suelo tomar, sin embargo, no tenían. El barman, Ismael, me ofreció varias gamas : Larios, Beefeater, Gordon´s... Ninguno de ellos en realidad, me convence. Hasta que pronunció las palabras mágicas : Puerto de Indias. 

Puerto de Indias, eso era Sevilla, o lo sigue siendo, lo fue y lo sigue siendo. Me dijeron que lo probara, por si no me gustaba, le dije que echara la copa, que ya vería. Menudo descubrimiento. He de reconocer, que está muy bueno. Cada vez que pueda, es lo que tomaré. Además es simpático. Ni te revuelve el estómago, su sabor no es para nada desagradable, además de que te conecta rápido con los demás. Al igual que la mayoría de estados alterados de conciencia. Como decía, Claudia, tenía una amiga. Nada que ver con ella, mucho más calmada, asustadiza, inquieta, insegura. Pilar, o María del Pilar, si quisiéramos. Peluca, la llamaron unos amigos con los que se cruzó; no se habían visto desde hacía tiempo, y mira que estaban en el bar de al lado. No sé porqué (y aunque buscara la explicación, jamás encontraría las palabras, ni sería tan sincero como fue ese instante) me llamó la atención. Hablamos, los tres, de mil y una cosas, hasta que salí a fumarme un cigarrillo, y Pilar conmigo. 

Lo que viene a continuación es lo que me maravilla de las noches que surgen, como esta que os cuento. Acabamos en otro bar, no muy lejos, jugando al futbolín. Ella no dejaba de animar (y mira que soy malo jugando a esas cosas), mientras nos lanzábamos miradas. Era bonito. A mí me gustó, me gustaba. Significaba que podía seguir creyendo en las casualidades, en la vida, en todo aquello que viene del Caos y surge, sin más. Dos personas que se cruzan y se atraen. A veces culmina, otras no. 
Claudia, apareció, después de muchas horas, buscándonos, ligeramente mosqueada, aunque ahí estaba Quintero. Esa persona que te anima, quita todo el mal rollo y propone seguir adelante. En una noche como esta, eso sería irse a otro bar. Al menos era un step forward. Hacia adelante, como el caudal de un río. Sin detenerse. 
¿Y a dónde a esas horas? Siendo prácticamente las 5 de la mañana. 

- Aquí hay un bar que yo conozco, que nos abren ahorita - Dijo Quintero. Las caras eran de estupor, para qué negarse, pero a mí me parecía maravilloso, incluso teniendo que ir a hacer papeleos con mi madre a la mañana siguiente, o en unas 5 horas. ¿Dormir? ¿Para qué? Había algo en esos ojos que me habían cautivado. Si, primero enamórate, y luego desengáñate. Es hermoso. 

Por primera vez, había entrado a lo que vendría a ser un "bar de gitanos", y no me gusta llamarlo así, me parece hasta ofensivo. El lugar era increíble. Sobre todo los muros, había cosas escritas. Me recordó a mi casa. Esta es una tontería que surgió hace un par de años cuando mi madre quería redecorar la cocina. Siempre he querido un muro en el que las personas que se cruzaran conmigo, o con las que comparto, o he compartido parte de mi vida, pudieran plasmar. Aunque fuera sólo un punto. Se lo propuse, y hoy, esa cocina, está llena de emociones, palabras, escritos, tachones, y hasta una pintura de mucha gente, mucha familia, espontáneos, o nosotros mismos. Ahí estaban todas esas frases, mágicas, adornando los muros, vigilándonos y desnudándose a la vez ante nuestras mentes. Estalló la música, en directo, suavemente. Como una nana, mientras la algarabía se calmaba, retomando el dominio una triste melodía. Nosotros callamos, nos miramos, y volvimos a hablar. Claudia era muy interesante. Pilar era misteriosa. 

El Sol empezaba a desperezarse, así que ya era hora de marchar. 

Las voces, los acordes rotos, las copas sirviéndose, las risas, seguirían sin nosotros. 

Temblamos mientras nos mirábamos, diciéndonos adiós. 

Y entonces ocurrió. En su portal. Nos besamos. Con pasión, juguetones, intensos. Con los ojos cerrados. La pared no nos dejó atravesarla, por mucho que quisimos. Adiós mujer misteriosa, hasta la próxima vez. Un beso voló de su mano, directo a mi corazón. 

No nos volvimos a ver, ni nos volveremos a ver. 

Quiero escribir un libro sobre todos los besos que no di.

El día siguiente, sería crucial. Sería el día en que esto mismo, nacería. Joder, cómo me alegro. Porque no lo voy a negar, hacía mucho que no tenía esta sensación, y es brutal. Siempre, todos, deberíamos escribir. Dibujar también, y cualquier forma de expresar, pero escribir prevalece. Aunque no sea leído por nadie.

Esa noche cenaríamos con Nacho, Beatriz, los hombres de la casa (porque hombrecillos ya no cabe), y Curro, ese perro tan inteligente, con memoria de elefante, modales, y una excitación que me pregunto cómo se puede contener. La charla, las burbujas. El intercambio, ese hecho tan importante de que te construyes con cada conversación, que el encuentro con otra persona, por efímero que sea, es tan importante, y cómo escucharse mutuamente trasciende la propia conciencia humana, aunque hablemos de lo más trivial. Se trata de compartir. Crecer juntos. No necesitamos más que eso, intercambio, relaciones positivas, constructivas. Con cada hecho y ser que te rodee en la existencia. En fin, que me voy por las ramas. Además de este regalo, que llamo valentía, vinieron muchos más, entre ellos Rohmer. Libros. Cultura. Consejos. Fuerza. Así que ahora quiero agradecer. 

Gracias. Y a ver, a ver cómo acaba este proyecto. Esa noche, las risas no faltaron, nutrirse tampoco, ni el vino. O el propio humo. Mi madre, aunque lo negara, porque me encanta, salió encendida. Burbujeante. Hacía mucho que no bebía. A ver, déjame probar el vino este. Nos reímos de vuelta a casa. A carcajadas. A pesar del frío. La dejé en la habitación y salí a dar otra vuelta. Salir de noche, en territorio desconocido, donde te puedas sentir perdido, me apasiona. Da igual que no sepas hablar el idioma, ni leerlo, sin mapa, dirección o destino, siempre hay una salida. Siempre llegas a algún lugar. Personalmente, acabe comiéndome un bocata de tortilla de esos precocinados horribles a las 04:00 de la mañana o así. Y aunque quería más divagación nocturna, pero era demasiado tarde. Al día siguiente llegaba mi hermano, lo mismo quedaba con una amiga que hacía mucho que no veía. Muchísimo. Porque la última vez que la vi fue porque de casualidad nos cruzamos en Sevilla, cerca de la ¿Puerta de Jerez? 

Tenía que estar en forma, además era Nochebuena, el 24, si no me equivoco, y el plan era irse a un Indio y luego a saber. Dormir también era un plan. Ese día acabé en La Casa del Libro, porque una de mis misiones era comprarme un libro. Necesitaba leer. Aquí en Ouarzazate, sí, hay librerías... Pero no puedes encontrar un Hesse, por ejemplo. Cosas de la vida, probablemente incitado por mí, estaba a punto de comprarme : Hambre, de Knut Hamsun, cuando de pronto estaba ahí : Viaje a Oriente, de Herman Hesse. ¿En serio? La idea de adquirir un libro así en Occidente, cuando yo mismo estaba de viaje, me colmó. Sin dudarlo, lo cogí. A todo esto, este hambre viene porque no soy capaz de leerme un libro que llevo años intentando comerme : Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, no sé por qué, pero no lo consigo. Lo más lejos que he llegado ha sido a la página sesenta y algo, si no miento. Sin embargo, hay una película basada en el libro. El otro día la ví. Es digna de ver. Quitando el hecho de que tenemos a Julianne Moore, y a un recién nacido Gael García Bernal, la atmósfera es sublime. Y no entro en si el libro es mejor o peor que la película, porque me parece una gran gilipollez ponerse a juzgar esas cosas, lo único es que merece la pena verla. Mí me ha quitado una espina. 

Viaje a Oriente. Menudo libro. Aún no me lo he terminado, pero hablar de un viaje (qué redundante), muy oportuno, se podría decir. ¡Y bam! Sabrina me responde al mensaje que le mandé. Hacía mucho mucho tiempo. De hecho, el 12 fue su cumpleaños, se lo dije en aquel momento, y sin embargo, hacer un par de días, no la he felicitado. Porque en realidad, quería hacerlo en este blog, aunque ella aún no lo lea. Felicidades Sabrina. Sea este año como deseas. Y no olvides que construimos nuestra propia realidad. 

Quedamos, damos un largo paseo conversando, porque hacía tanto que no hablábamos, y tantas cosas habían pasado, había tanto de lo que hablar. No sólo eso, teníamos que quedar esa noche. El Puerto de Indias, llamaba. Nos fuimos al NOAH, creo que es. Menudo festón tenían montado. Me pusieron una fresa en el Gin, nada mal. Hablamos, por encima de las voces, los bailes, la música, el ruido, la alegría. Alegría la nuestra. Las ganas de un poco de humo, me hicieron salir. Bueno, nos hicieron salir. Buenas risas en el frío del anochecer. Nos veríamos luego, saldríamos a divertirnos un poco. Como debe ser. Somos jóvenes, ¿no? O mejor dicho, la vida, hay que vivirla, experiencias nuevas, distintas todo el rato. Eso es lo que nos mantiene vivos. 

Vuelvo al Hostal, con el extraño presentimiento de que mi hermano me sigue. Llegaba esa noche. Cinco, diez minutos después, alguien llama a la habitación : Es él. ¡Qué bueno! 
La cena en el Indio fue emocionante, nos reímos mucho, comimos bien, vimos videoclips indios, hablamos de colores, sabores, comimos, a más no poder, y mi hermano y yo peleamos contra un vino. Sí, ahora entiendo a la perfección lo de vino peleón. Esa botella nos duró hasta muchas horas después. Acompañamos a mamá al Hostal y nos fuimos a la plaza que hay al lado del gran Corte Inglés a esperar, porque minutos antes había hablado con Sabrina. Parecía que sí se había apuntado, y venía con ella una amiga : Yasmina. Y ¡joder qué gran placer! - El viaje, que sólo duraría 3 días para mí, se estaba convirtiendo en mucho más de lo vivido en los últimos meses. Y no es que me pongo dramático, es sólo que cuando trabajas, estás enfocado en otras cosas, a veces, dejas de lado las experiencias de la vida en sí, la propia casualidad, a pesar de que te topes con ella continuamente, aunque sea en tu oficina - 

Me había comprado una tarjeta, y tenía 3G, es decir, podíamos escuchar música, beber un poco, fumarnos unos cigarrillos y esperar a que las chicas aparecieran. Musicote la verdad. Y pasaron dos señoritas. Algo me decía que eran ellas, se lo comenté a mi hermano, pero digamos que a veces, le falta iniciativa, así que pasaron. Y segundos después sonó el móvil. Eran ellas. Qué risas. Y ahí estaba Yasmina. Qué puto placer. Reímos, reímos mucho. Hablamos. Bebimos. Bailamos. Todos. Hasta casi el amanecer. Si no recuerdo mal, hasta andamos a su casa. Los chupitos habían sido los reyes de la noche. Acabé bastante borracho, para qué vamos a negarlo. De hecho me dormí cuando llegamos a la casa, que recuerdo que era muy muy agradable, la disposición me gustó mucho. Acabé en el sillón, con una manta encima de la cabeza y durmiendo. Espero que sin llegar a roncar. De no ser por el sentido de orientación de mi hermano, que ahí seguía, con toda su energía, me habría perdido. Todo sea dicho, también habría sido divertido. El libro, el libro se perdió varias veces aquella noche, y sin embargo, al iniciar la noche, lo dijo todo : 

- Haces bien en escuchar, eso ya no se oye - 

¿Acaso no es sublime? Opino que sí. Absoluto, diría. Qué gran noche. Nos llevamos una amistad que perdurará. Que no se olvidará. ¿Qué mejor regalo de Navidad? 

Evidentemente, al día siguiente, tenía que volverme. Mi idea era marcharme a las nueve, realmente me lo creí, sabiendo que me engañaba, porque después de noche tan amena, despertarse pronto habría sido un sacrilegio. Acabé marchándome sobre las dos. Un fuerte abrazo a mi madre y mi hermano. Los echaría de menos. Los echo de menos. Pero la vida es así, y es hermosa como es. Permanecer en el nido toda tu existencia, no tiene sentido, por muy cómodo que puedas estar, porque todo lo que ansías en lo más profundo de ti, está ahí fuer,a y como dice un dicho por ahí Life begins where comfort zone ends . Es un reto, como nuestra propia razón de ser. 
Dormir, comer un poco, comprarme otro libro, y zarpar. De vuelta a Marruecos. 

En cierto modo, no quería. Había disfrutado tanto de esos días, había sido tan completo... Bueno, había recargado pilas y ahora tocaba la segunda parte del proyecto. 

A por todas, ya no queda mucho hasta Marzo. O Abril, y sinceramente, espero que haya algo más después. 

Así será, inshalah.

Las 04:17 por aquí, así que creo que es mejor irse a dormir. Aunque personalmente, seguiría escribiendo hasta el amanecer. Le voy a escribir un e-mail a Fuego.










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