lunes, 19 de enero de 2015

Otro día más

Arráncame pedazos de realidad. A mordiscos. En el silencio de la noche mientras las lágrimas riegan las tierras secas del alma. Y harían falta días, meses, siglos. Una flor brotaría. Fuerte, como ninguna, ni el más resistente de los cactus. 

Respóndeme a las preguntas que no tengo. Me hago sin cesar, con la respuesta en los labios, dicha una y otra vez, sin cesar, para volver a caer en el mismo juego de palabras, en el mismo laberinto que recorres sin cesar, hasta aprendértelo casi. Salir del miedo para volver a abrazarlo, a medida que te deshaces de él, gustoso de que te engulla, porque algo te dice que te hará más valiente. Y lo hace. 

Ese temblor, desaparecido, extinto, resurge en duda. Constante. A pesar de las respuestas, o los resultados. Unas veces arriba, otras abajo. Y lo más difícil es mantener el equilibrio, y lo mantienes. Debe ser el instinto. Algo que nos debe quedar en lo más desconocido del subconsciente que nos incita a sobrevivir, a seguir adelante. Con una sonrisa, además. O hasta enseñando los dientes. Porque siempre están esos pequeños detalles, que se convierten en grandes, leyendas, aventuras épicas. Un ancla varado en un mar de arena junto al que descansa un barco de recuerdos, y una travesía de años. Sí, últimamente estoy un poco melancólico. No tengo ni ida de porqué. El curro va bien, a la familia también la van bien las cosas, el trabajo marchando, algunos amigos que veo por las noches, y sin embargo un montón de preguntas, tensión interna inexplicable. 

Puede que sea el frío, porque menuda ola está asolando estas Puertas del Desierto que por poco no nieva. De todo eso, surge unas inmensas ganas de controlar, o proyectar un futuro deseado. Y con ello, más ganas de soltar. Y ahí está la cuestión. Let go

C'est la vie. Vive la vida. Fluye con ella. Me dan ganas de darme contra la pared por tener que dar tantas vueltas para recordarlo. 

Sonrío, de lo tonto que soy.

















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