martes, 24 de noviembre de 2015

Lluéveme, lluvia, lluéveme.

Las gotas de lluvia golpeaban el cristal desesperadas por refugiarse de sí mismas, mientras el viento las golpeaba, lanzándolas hacia una y otra dirección. Silencioso aunque efectivo.
Repiqueteaban con tal fuerza, que él, pensaba que iba a entrar, llevándose el cristal con ellas. Las sillas, las mesas, la barra, y todos los licores que le observaban desde arriba. Incluso la cerveza, anclada al barril.

No había nadie, y como en las películas, él se dedicaba a limpiar un vaso. El mismo, siempre. Una y otra vez. Porque para los demás, ya había lavavajillas.

La puerta se abrió con una brusquedad insolente. La tormenta lo había conseguido. Estaba dentro. Lo siguiente, era el Diluvio Universal. Mojado hasta los huesos. Desnudo, aquel hombre destartalado, estaría más seco. Sus pasos eran firmes, aunque parecían amoldarse al aire, prácticamente flotaba mientras recorría el pequeño pasillo anterior a la barra. Se limpió las gafas con los dos dedos índice de cada mano, a modo de parabrisas. Escondido en aquella capucha desvaída por su propio peso, en agua, su rostro, o lo que se alcanzaba a ver de él, esgrimía una sonrisa sarcástica, prácticamente ofensiva. Para nosotros, humildes seres de la existencia. Porque no parecía de este mundo.

- Uno doble de vida, y échale todo el riesgo que tengas - Su voz era afable, divertida. Segundos después, estalló en carcajadas.

Él, lo contemplaba extrañado, mientras en su memoria buscaba lo que aquel forastero había pedido. Estaba seguro de haber visto aquella marca, en alguna caja en la despensa. El riesgo, lo tenía siempre a mano.

- Hay cosas que se viven, no se beben - No tardó en responder, mientras caminaba hacia la salida, empapando el suelo de parqué.

Y reanudando la sinfónica danza de la tempestad.

jueves, 29 de octubre de 2015

Poesía absurda

Se esconden silenciosos, 
donde ni el ojo ni la conciencia pueden verlos, 

acechantes, a la espera de cualquier paso en falso. 



Un simple tropiezo, un titubeo, 
ahí están para abrumarte hasta la locura,

llevándote por senderos incansables de vaivén.



Cree andar hacia adelante cuando está yendo hacia atrás. 

Y viceversa.

Viajero estático.



Te someten.
O eso, depende de ti.

Susurran a tus oídos, en silencio,
como la gota que cae durante siglos sobre la piedra.
Hasta erosionarla.



Juegan al escondite, 
o a golpear más fuerte cuando menos te lo esperas.

Todas las cartas tienen su precio. 


Lo que olvidan es tu voluntad. 

Esa espada de templarios,
esa fe de creyentes,

ese motivo sin motivación. 



La madre de los sueños,

el padre del éxito,

desvanecerse.



Sólo es un parpadeo el que hace falta,
sin lágrimas ni sonrisas, 
hasta atraparte.
Y no dejarte ir.



Jamás.



En lo más absoluto de la existencia, la energía ni se destruye ni se crea, sólo se transforma.

Historia en bucle

Parece que explorar lo más profundo de mi psique, mi corazón, razón de ser, excesos, preguntas y respuestas sin sentido, es lo que me ayuda a realmente vencer esas batallas internas que son tan difíciles de ganar. Sin embargo, tu instinto te preserva. Continúas haciendo algo porque dentro de esa nada, existe una esperanza, una especie de luz que probablemente nazca de la sombra más absoluta, como mero yang, o ying. Sólo por llevar la contraria. Porque todo en esta existencia tiene su oposición, su antagonista, su amante inalcanzable, su Tristán, su Isolda. 
Que se me va.
Lejos.



Rebozándome en mi propio sufrimiento. A menudo lo visualizo como un descenso en una especie de pantano bastante cremoso, casi como un lago de barro por el que me deslizo suavemente, sin prisas, mientras todo me envuelve y aprieta, fuerte. Mi silueta, se ve a ratos, hasta que el marrón del barro pasa a ser negro, y entonces es como bajo el mar. Floto, aunque la resistencia del agua es tan fuerte que me muevo mucho más lento. La arena es verde. O más que arena, son como un montón de piedrecitas cortadas al más mínimo tamaño Hay burbujas que jamás pasan de la crema de chocolate.

Y ahí estoy y ahí me quedo, revolviéndome en algo que parece una tela negra que enrolla mi cuerpo, mientras lucho por desenrollarlo, sin llegar a taparme del todo en ningún momento. Hay momentos en que me quedo a la deriva, para retomar con más fuerza la acción de deshacerme de la sombra de seda.

En ocasiones, el fondo desaparece. Aún puedes descender un poco más, aunque tarde o temprano tocas nada. Se hace sólida. 

Ya no puedes seguir descendiendo, sólo te queda impulsarte hacia arriba.



Una sola vez me he visto salir de eso, quiero decir, visualizado. Salir se sale siempre. Por cojones. No te puedes quedar ahí, a la deriva. La vida pierde todo su gusto. Y qué deliciosa está a veces, cuando lo ha perdido. Uno de esos platos como el steak tartare, que no puedes probar todos los días. Aunque los hay que les gustan los excesos. Para ellos. 
Pues que al salir, era como haber estado en el mar. 
Mojado, con olas golpeándote. 
Nada grande, bastante tranquilo. 
Por lo que seguramente sería el Mediterráneo. 

Después, básicamente, y durante, has estado siempre sentado donde fuera que estuvieras, o tumbado en la cama, pensando, o todo lo contrario, dejando la mente en blanco. La mente en blanco, dejando las cosas ser, no reteniéndolas, atándose a ellas, o cualquier otro signo de debilidad ante la vida. Porque ella, arriesga… Otorgándonos todo este jardín, para hacer de él, nuestro parque de atracciones. 

Si cuando pienso que debería ser actor, escritor, poeta, hippie, vendedor de rghifats, director de recursos humanos… Me da a mí, que no me equivoco.

Se me olvidaba la última : O en un psiquiátrico (ahora, si de paciente o equipo médico, el tiempo lo tendría que acabar diciendo). 


lunes, 7 de septiembre de 2015

Conclusiones de hace ocho meses


Así, de pronto, tras meses y meses de inspiración muerta; esta noche, tras un intento fallido de conectarme a internet (probablemente no para escribir en ese blog que nació de una promesa - que por cierto no estoy cumpliendo - ), han surgido las Mil y una Voces, cada una revelando un pensamiento distinto, una historia diferente, una poema, un haiku o un guión, empujándome una y otra vez, con una vibración indefinible (básicamente porque sólo está sucediendo en mi cabeza) a abrir este programa y ponerme, primero a escoger fuente, y luego dejarme llevar. Para cambiarla en este preciso momento a una que tenga menos filigranas. Me parecía que el significado perdía su sentido entre tantos giros y bailes de consonantes. 

He llegado a ese punto, al menos hoy, en que, aunque no me gusta decirlo - porque me niego a entrar en esos estados - quería que mi cabeza explotara, o iba a explotar, que en términos cognitivos y de conclusión, es lo mismo. 
Una presión externa que puedes atribuir en las primeras horas al calor, o la falta de sueño, porque bueno, 43º es una buena excusa. Que estás cansado porque ya llevas un tiempo en el proyecto, y quieras que no, te quieres ir a la playa con tus colegas. Más preguntas, respuestas, que no llevan a ningún lado porque son como un pez que se muerde la cola. Con cada persona que se te acerca, te entran ganas de morderla, no muestras ningún interés, ni por tu propia existencia, de lo profundamente abstraído que te encuentras. Sumido en las preguntas inefables, aquellas que los ancestros de nuestros ancestros se preguntaban y preguntaron sin jamás encontrar el secreto. 

Porque no lo hay. O ese debe ser el secreto (que de hecho me recuerda a Kung-Fu Panda; sí, acabo de violar la película). Total, que sigues, dale que te pego. Te preguntan, te dicen que te pasa algo, mientras el estoicismo se convierte en una espada que te clavas a ti mismo. Porque tal vez te mueres por estallar en lágrimas o largarte haciendo un corte de manga. Y sales a fumarte un cigarrillo, mientras intentas pensar. Como si la encerrona en la que tú mismo te has puesto, fuese a solucionarse por su propio modo de creación. Más paja al fuego. O más cogitare a la maraña. Dibujas tus problemas, responsabilidades, futuro, pasado y presente, delante de tus ojos, creyendo que por darle al coco, van a desaparecer. Sabes que para solucionarlos, hay que actuar, y así sigues, estudiando el mejor método de abordarlos. Solucionar se convierte en una obra épica, incapaz de relativizar, y decirte que hay quien no tiene ni agua. Eso te recuerda quién eres, si aún queda algo de ti. Las cosas, de pronto, tienen más claridad, todo es más diáfano en lo absoluto de la eternidad. 

Casualmente, ahí empiezas a entender un poco, una milésima parte más de ti mismo. Que no hay problema que no te crees tú, que eres totalmente capaz de solucionarlo. Que hay que seguir adelante, sin titubeos. Como sea que haya que hacerlo. Y quién sabe si el siguiente paso te tira a un precipicio, pero tampoco sabes si hay una altura muy grande, o aún mejor, un río que te espera, y que además de refrescarte, te amortiguará la caída. O el fin mismo. Hasta que tu corazón no deja de latir (para algunos), todo es un comienzo. Una y otra vez, la rueda gira, gira, y vuelve a girar. 

Jamás se detiene, y si lo hace nunca lo sabremos.

La cuestión, es que hay que ser constante, hay que no olvidarlo. Sin embargo, es tan fácil que cosas tan básicas escapen de ti, mientras las banalidades se apoderan de cada instante que les brindas. Debe ser por eso que ese gran amigo, necesita estar ocupado todo el rato - claro que las excepciones existen - . Cada vez tienen más sentido. Personalmente lo de echarme en el sofá a ver algún capítulo, charlar y ver pasar el tiempo, siempre ha sido una de mis actividades favoritas. 

Aún sigue siéndolo, no nos vamos a mentir. 

Eso mismo, que de vuelta a casa, mientras me fumaba un cigarrillo, a modo de recompensa
por un día, en el que a decir verdad, apenas había sentido pasar el tiempo, ni hecho a corazón el trabajo, ni prestado atención… Ningún resto de profesionalismo. Me he dado cuenta de que es una gran gilipollez. También hay que decir que uno no puede estar todos los días de buen rollo, o sí, pero que algún día cae. Aunque sé que eso es una excusa muy buena para mí, que seré capaz de mentirme a mí mismo. 

Al final del día,  te das cuenta de que puede que cierres los ojos y no los vuelvas a abrir nunca más. ¿Por qué despedirte con una lágrima, si no es de alegría?

lunes, 9 de febrero de 2015

¿Cuál es la siguiente canción?

Somos criaturas distintas. Cada uno, de su padre y de su madre, como dicen. Cada cual con su propia circunstancia. Esa que surge cuando se está con uno mismo. A veces, justo antes de caer en las manos de Morfeo. 

La música, sin embargo, es Universal. Un tambor mueve montañas, al igual que la voluntad, sólo que éste, las hace bailar. Hoy me he dado cuenta de que no sé disfrutar, o que me complico la existencia; no sé algo así, porque no le encontraba el gusto a levantarme a bailar, por más que me moviera. Tal vez porque después de un día estupendo, dejó de serlo. 

Sonreírle a todo. Lo bueno y lo malo. Porque al final sólo recordarás lo bueno. Y todo lo malo sólo habrá servido para darte una lección, por lo tanto, aún mejor. Es increíble, habrá dejado de ser malo para convertirse en algo mucho más profundo. Me fascina la mente humana, siempre me ha fascinado, y he intentado comprenderla, y sigo intentando comprenderla. Hasta los resquicios más oscuros, los pensamientos más ocultos, ese subconsciente latente. Aprendemos a ver todo de una buena perspectiva al fin y al cabo. 

El arrepentimiento es para los cobardes. Por mucho que cueste aceptarlo. Aunque todos lo sabemos. 

domingo, 8 de febrero de 2015

Carolina

Las risas se convirtieron en tormenta, que abrumó la atmósfera, instantáneamente. No dejó lugar a la reconciliación, no hubo pie a una disculpa, aunque no fuera debida, ni a un seguir el juego. Los cristales, forjados beso tras beso, se quebraron. 

En mil pedazos, o más.

De alguna manera, sabía que este momento llegaría, y sonrío, mientras lo escribo, porque es más, hoy he estado pensando en que quería hablar con ella, aclarar cosas. Definir, por indefinible que puedan ser, noches de besos esporádicas en Luna Llena, o demasiada cerveza. ¿O tal vez he sido yo quien no ha sabido ponerse en su lugar, llevándola a un límite? Tal vez. Sólo eran palabras, la intención estaba ahí. Debe ser por eso por lo que dicen que hay lenguas muy afiladas. Eran flechas de gomaespuma.

Una oscuridad vengativa, una sombra que se arrojó de pronto sobre todo, sobre nosotros. Todos ellos. Todo. 

Infantil. 

Las cosas se hablan. Sí, bueno, se puede refunfuñar, pero...come on!
El hecho es ese, que pensando en poner fin a las cosas, las cosas se ponen fin a sí mismas. Besos que se olvidarán con el paso del tiempo. Y sin embargo, lo más divertido va a ser desaparecer. Y reaparecer. Aunque jamás tuvimos nada excepto lo que quisimos tener. 

A todo esto, me parece bastante poético. Sí, los finales siempre me han gustado. Me gusta hacerlos épicos, porque significan un nuevo comienzo.


" Al llegar a la puerta de su apartamento, buscó las llaves en los bolsillos de la gabardina. El contacto aún más frío de las llaves, le hizo pensar. Giró levemente la mirada hacia atrás, como si pudiese ver cómo las cobraban sentido poco a poco, cómo ese velo parecía levantarse ante sus ojos, y su corazón latía con fuerza, inspirado por un sentimiento que jamás había tenido antes. 

Abrió la puerta, reflexivo, con media sonrisa en el rostro por haber llegado a su casa, aun sabiendo que mañana tendría que volver a madrugar. Y es que, qué rabia da madrugar, ¿no? 

Se desplomó sobre su cama, cerrando los ojos, y haciendo balance del día "















lunes, 2 de febrero de 2015

La noche del reflejo esfumado

A veces, la historia se repite. 

La vida, dura. 

Como el diamante, que te cueste. Que te lo haga pasar mal, que te haga valorarla, que te enseñe el significado de ser feliz, apreciar lo que te rodea, que nunca jamás, volverás a ver, o tocar. Jamás de la misma manera. 

Aunque para gustos, colores. 

La otra noche, porque todos son las noches. De día soy un poseso del trabajo, probablemente, intentando maravillarme de que pase una mariposa al lado o un gato se acerque maullando a la puerta. En busca de comida, sin duda alguna. 

Las noches, como en la que hace unos días porque mi búho no me dejaba dormir, acabé tomándome un té, un bocadillo de tortilla francesa con un poco de queso, aceite de oliva y tragándome una película sobre una invasión extraterrestre en la que - cómo no - los Americanos salvaban la Tierra, destruyendo la nave nodriza; todo esto en Zakour, ese antro que te sirve de todo, menos alcohol, y está abierto cuando sales a las tantas a por algo de comida. Su cocina es cinco veces más pequeña que el propio local, con una zona de no fumadores, y otra de fumadores. 

Terraza, pantalla de plasma y hasta barbacoa. Perturbantemente exótico. También sirve de café para los viajeros que llegan o parten a altas horas de la noche. O aquellos que aprovechan para echar un sueñecito con la excusa de un café. 

Mi límite eran los créditos de la película, hasta que aparecí yo mismo - Mehdi - con 34 años, pidiendo unos tragos de té, para pasar el cigarrillo, después de una pequeña juerga. Esto no lo supe hasta que hablamos un poquito. Agricultor. Lo que en cierto modo es mi deseo de vida. Una granja, un terreno, con tu verdura, fruta, cualquier cosa que pudieras necesitar, descartando televisiones y demás basura mediática, tus cabras, ovejas, vacas. Exactamente eso. El tipo había sido cadre en Francia, decía, y a los 30 lo había dejado todo para dedicarse a la tierra. Hablaba con propiedad, mucha, medía sus palabras, y era buen conversador. 

Uno de los temas que nos entretuvo más fue ese hecho, que ambos habíamos vivido de "volver a Marruecos". Estar viviendo fuera, o vivir durante mucho tiempo fuera, para de pronto, sepultarte (tal vez esto suene muy duro), adentrarte, nadar en esa sociedad, que hasta entonces, habías rozado más que palpado. Del hecho de que en esta ciudad, no tienes con quién hablar (y sí, claro que los hay) - pero no es tan espontáneo, o no está tan contagiado. El contraste, las preguntas, los temores que te surgen. 

En mi caso, hace 4 años ya, así que de alguna manera, se va asimilando... Hasta que tienes hambre. Un hambre que no se sacia con el gusto. Al menos no con el de masticar. Y puede que tengas que escupirlo escribiendo, yéndote de juerga, encerrándote o negando, hasta que vuelves a probarlo. 

De labios de unos cantantes a la entrada de un metro, de gestos de un mimo en mitad de la plaza. De los gritos de un actor, en plena Noche Blanca. 

Saciaba mis ganas de hablar de algo distinto. Y sin embargo, ahí va lo increíble : 

Normalmente, de aquel café a más o menos el cruce donde cada cual se iría a su casa, hay, como mucho 45 minutos, a paso lento diría. Las palabras no se acababan, ni los temas, ni el debate. Eso era lo interesante. El inconformismo. La disconformidad. Cuando miré el reloj, había pasado prácticamente 2 horas. Nos despedimos. Él con prisas, que se meaba

Al girarme, no vi a nadie. Y desde entonces me pregunto si la gente se esfuma. 






miércoles, 21 de enero de 2015

Sorpresas de la noche

Por esto es por lo que merece la pena quedarse despierto hasta las tantas. Por esto merece la pena no dormir tantas horas como querías. Por esto se debe decir que la noche es mágica. 

Acabo de recibir un e-mail de una persona de la que hacía mucho que no sabía nada. De esas personas con las que viajas, porque sabes que disfrutan tanto como tú o más, de esas personas con las que puedes conversar hasta el fin de los tiempos mientras las horas del tren, parecen segundos. Con quien bailas hasta el amanecer en una juerga inolvidable. A quien le das tu saco de dormir porque llueve a mares y no te importa mojarte un poco más. Con quien ríes hasta el amanecer convirtiendo estatuas en el mejor parque de atracciones, o asistes a una manifestación a favor, y en contra de Putin. 

Los rusos nos tienen fichados. 

Cuando recorrer países en un par de semanas se convierte en tu día a día, los idiomas te sorprenden y te pierdes en el cirílico con despreocupación. Esa persona con la que lo disfrutas todo, y a veces, matarías. Con quien acabas cenando en un cubano en mitad de Milán, en busca de comida italiana. Menudos bailes. 

Cuando eres dueño de tu tiempo. 

Generalmente, sucede siempre que te vas de viaje, teniendo cierto tiempo por delante. Y sin embargo, cualquier día, mañana mismo, que podría ser tan intenso, lo hacemos sólo otro más. Deseando alcanzar esa libertad. Acompañada. O no.

Los conductores que te ofrecen galletas, o los ancianos de un olvidado pueblo Eslovaco que te avisan de que se te va el tren. Cuando las esperanzas se pierden por un instante, pensando que perderéis el avión, y siempre, existe una solución. Aunque sea un poco más jodido.

Porque sin un poco de imprevistos, no hay diversión. Y el hombre que se meó junto a la máquina expendedora. Le hicieron limpiar. O los que te cruzas sin más y te invitan a una cerveza, recitan poesía, y cantan, a las 04:00 de la mañana, porque a las 03:15 habíais hecho las paces. Qué divertido.

Y así, de repente: 

" Y así, el anciano le dijo - Aquí suele hacer frío, pero no tanto como este año. Está nevando donde nunca antes - Frotándose los guantes para calentarse un poco más las manos si podía. Asintió con la cabeza, mientras esbozaba una sonrisa sincera, retomando la marcha. Alguien se lo había dicho, de alguna forma, a lo largo del día - Hay que caminar, seguir adelante. No detenerse - No recordaba muy bien si había sido un anciano que se había cruzado en el restaurancillo donde solía comer, una mujer con la que había hablado, o alguien del trabajo... " 










martes, 20 de enero de 2015

Fría noche de Enero

Escribo mientras camino. Las mejores ideas en las esquinas menos sospechadas, tan fugaces como el propio pensamiento, de vuelta a algún lugar desconocido. 
Me taladro la cabeza antes de teclear cualquier chorrada (que el corrector automático intenta corregirme como chorreada - que tal vez tenga razón), para luego, mirar insatisfecho el resultado. Aunque ya vendrá, me digo. Que esto de hacerlo día tras día sólo llevará a perfeccionarlo, como aquel que le pega cien puños a un tronco para endurecer las manos, uno persiste, en busca de un objetivo, que seguramente, o desde el mismo principio, jamás ha existido. Porque lo importante no es llegar sino hacer el trayecto. 

Viajar, hay que viajar. Tanto como se pueda. Hasta donde se pueda. Donde no entiendas nada, ni sepas cómo pedir un vaso de agua. Que para entenderte con el otro, os echéis unas risas, que si el quiere, y con mucho gusto, prolongará un poco más. Dormir a la intemperie, bajo las estrellas, atemorizado por unas ardillas que han pisado una hoja. 

Despertarte con la brisa matutina, los primeros rayos de Sol. 

Caminar 14 kilómetros por carreteras desconocidas, mientras una bruma te atrapa, y tu única brújula es el beat que esperas escuchar. Ver un gnomo la noche anterior, o una rata gigante, mientras escalofríos te recorren y tenéis que volver sobre vuestros pasos, porque la carretera no sigue. Y hay un pequeño parque para niños, con un tobogán y un columpio. Algunos neumáticos. 

En cuanto pueda, me quiero ir a Rusia. Pasar por Lituania, Letonia, Estonia. Un pequeño salto a Polonia, puede que Rumanía y terminar en Croacia. Sé que algún día lo haré. A ver si puede ser este verano.

- ¿Qué hacemos este fin de semana? - 
- Si hay que hacer 1000 kilómetros en 24 horas, hagámoslos. Por algo somos jóvenes, ¿no? - 
- Aunque sólo sea para tres horas bailando - 
- Aunque sólo sea para tres horas bailando - 

Y las excusas, puntos de vista, argumentos, desesperación, volvieron a surgir por riesgos que aún no se han corrido. Si hay que morir despeñándose por un precipicio, pues mira, al menos te llevas la experiencia de volar. 

Ravi Shankar acaba de hacerme desaparecer por un instante, hasta se me ha olvidado que tenía piernas. 

Hoy me cruzado de nuevo con una frase que me encanta "hay que follarse a las mentes"

No sé qué tiene, o sí, que me parece sublimar un concepto, una naturaleza, casi, que hoy en día se deshace en "Me gustas", Candy Crush, o Charlie. En vez de hacer, o incluso ser, mejores generaciones, volvemos a caer en la espiral, incapaces de mirar más allá de nuestra nariz o escuchar al de al lado. Buenos días al vecino. 

Se contagia, te lo aseguro. Sí, porque no me quiero creer, ni jamás me creeré, que si le sonríes a alguien, día tras día, acabe dándote un puñetazo. A mí todavía no me lo han dado (en esa circunstancia).

Y así, de repente : 

"El frío dominaba la noche, tenaz, acariciando hasta la última de las bocanadas de aire. Los coches se cubrían de diamantes, relucientes a las farolas. No llovía, sin embargo, el viento comenzaba a levantarse. El cielo estaba despejado, como de costumbre, y las estrellas brillaban, presentes. 

Las calles estaban desiertas, excepto por algunos guardias nocturnos que se paseaban, con su chaleco reflectante, junto a bidones con fuego, para hacer correr la sangre, imaginaba. Sus pasos resonaban en el gélido silencio de aquella noche..."

















lunes, 19 de enero de 2015

Otro día más

Arráncame pedazos de realidad. A mordiscos. En el silencio de la noche mientras las lágrimas riegan las tierras secas del alma. Y harían falta días, meses, siglos. Una flor brotaría. Fuerte, como ninguna, ni el más resistente de los cactus. 

Respóndeme a las preguntas que no tengo. Me hago sin cesar, con la respuesta en los labios, dicha una y otra vez, sin cesar, para volver a caer en el mismo juego de palabras, en el mismo laberinto que recorres sin cesar, hasta aprendértelo casi. Salir del miedo para volver a abrazarlo, a medida que te deshaces de él, gustoso de que te engulla, porque algo te dice que te hará más valiente. Y lo hace. 

Ese temblor, desaparecido, extinto, resurge en duda. Constante. A pesar de las respuestas, o los resultados. Unas veces arriba, otras abajo. Y lo más difícil es mantener el equilibrio, y lo mantienes. Debe ser el instinto. Algo que nos debe quedar en lo más desconocido del subconsciente que nos incita a sobrevivir, a seguir adelante. Con una sonrisa, además. O hasta enseñando los dientes. Porque siempre están esos pequeños detalles, que se convierten en grandes, leyendas, aventuras épicas. Un ancla varado en un mar de arena junto al que descansa un barco de recuerdos, y una travesía de años. Sí, últimamente estoy un poco melancólico. No tengo ni ida de porqué. El curro va bien, a la familia también la van bien las cosas, el trabajo marchando, algunos amigos que veo por las noches, y sin embargo un montón de preguntas, tensión interna inexplicable. 

Puede que sea el frío, porque menuda ola está asolando estas Puertas del Desierto que por poco no nieva. De todo eso, surge unas inmensas ganas de controlar, o proyectar un futuro deseado. Y con ello, más ganas de soltar. Y ahí está la cuestión. Let go

C'est la vie. Vive la vida. Fluye con ella. Me dan ganas de darme contra la pared por tener que dar tantas vueltas para recordarlo. 

Sonrío, de lo tonto que soy.

















domingo, 18 de enero de 2015

Sin pies ni cabeza

Dos almohadas. Siempre me ha gustado dormir con dos almohadas. Algunas personas, duermen directamente sin almohada. Una vez usé un jersey y un sombrero de vaquero. Me gusta tener la cabeza alzada. Tal vez por eso esté tan a menudo en las nubes. 

En ocasiones, o la mayoría de la veces que me pasa, me encantaría tener una grabadora en la cabeza. Que todas esas líneas se graben automáticamente. Puede que sea cuestión de intentar recordarlo. Aunque también me maravilla el hecho de pensar que ahí está la magia, que en lo efímero reside lo sorprendente, lo imposible. Kuby siempre me decía que me comprara una, que me grabara, cuando estuviese surgiendo, que le diera al play, y adelante. Aún no me la he comprado. Una vez, en Sevilla (qué casualidad), estuve a punto, y al final me resistí, probablemente porque querría invertir el dinero en una buena juerga con los amigos. 

Porque no hay grabadora que merezca la pena más que un recuerdo inolvidable, aunque acabemos fumando cigarrillos en una terraza, escuchando los grillos y reconstruyendo el mundo. 

Esta noche, me han regalado una pequeña bolita translúcida, del tamaño de un guisante debe ser, con un toque de prisma, y cuyo interior cambia de color según lo mueves por la luz. Me pregunto qué significará. Ya le preguntaré a qué viene. Es divertido como cuando decides no empeñarte más, o intentar demostrar, la realidad te sorprende. La cena ha sido muy divertida, Papa Hassan estaba muy gracioso, abrigado hasta los dientes, y armado con su Malibú, nos ha hecho reír a carcajadas mientras penas sentíamos pasar el tiempo, o los bocados.  

Hoy he tenido un momento sagrado, mientras esperaba al fontanero y un compañero del trabajo para las dietas de los que se incorporaban al equipo. Por fin he terminado Viaje a Oriente. Qué grandioso es H. H., como él mismo se nombra en el libro. Cómo al final del libro, en el interior de la contraportada reza "Hay libros cortos, que para entender, hace falta una larga vida" de Quevedo. Sublime. Os lo recomiendo, sólo son 172 páginas. Cada vez que leo a ese hombre, me sorprende, con toda su atmósfera sombría, cómo ensalza la propia vida en su belleza más directa y espontánea. Cómo sus preguntas son tan oportunas. 

Hoy, mientras caminaba de vuelta a la Oficina, me han dicho que estaba estresado, que lo era. Sólo porque estaba planificando lo que ten que hacer antes de que el avión aterrizara. No sé, cuando te gusta lo que haces, no creo que sientas estrés, puede que el estrés sea como la pasión, sí, en cierto modo te tiene en tensión, hace que estés más atento, preparado... Sólo que luego, no sonríes y te duermes feliz, dispuesto a seguir adelante al día siguiente, aunque te espere derribar una montaña puño a puño. Que hay que dedicarle tiempo a uno mismo, estoy totalmente de acuerdo. Que no hay que pasarse el día trabajando, sí, cierto. Sólo que cuando sientes que estás aprendiendo, aportando, disfrutando, en definitiva, de lo que haces, es como un juego, deja de ser todo ese concepto de plomo que aplasta las conciencias, se convierte en una motivación. Como la propia vida (qué trascendental me pongo a veces). 

Aunque no soy el mejor en madrugar.

Siempre me ha gustado la noche. Su tranquilidad, su misterio, el brillo de las estrellas, puede que por eso me gusten los búhos, o les tenga respeto. También puede ser porque de pequeño, me quedaba viendo películas de terror con mi madre hasta las tantas. 

El otro día, me di cuenta que el reloj del blog está programada en otro huso horario, aún no he descubierto cuál, y tampoco creo que lo me haga, me parece divertido ese hecho tan simple. Y también me recuerda que el tiempo no existe. Que nos lo hemos inventado. Unas líneas, unos números, unos conceptos, y ¡bam! - al unísono - no digo que no tenga su lado bueno, sólo que siempre he sido más de puestas de sol y amaneceres. 

A veces, me gusta buscar el amanecer, y seguir adelante, no cerrar los ojos. 












jueves, 15 de enero de 2015

Fuego

Al fuego lo conocí un verano de 2011 en Ortigueira. En el Festival de Ortigueira. Había escuchado tanto hablar de él que me apetecía ir. No dejes de ir a donde quieres. Sin excusas, aunque sea solo. 

Serpenteaba entre la madera ardiente, vivo, en un tono tan anaranjado que era rojo. Respiraba, asumiendo mil y una apariencias. Jugaba conmigo, saltando aquí para allá, excitado por la música de una guitarra discordante y las voces de dos chavales que contaban su historia. La noche era la protagonista. Jamás olvidaré cuando me miró. Tuve que irme a dormir. 

A Fuego, realmente la conocí en ese Festival. Y sin embargo, la conocía de antes. Creo en las vidas pasadas. En los reencuentros. Eramos un grupo numeroso, había amigos acampados en otras partes de que aquel bosque que terminaba en una playa, y nuevas personas llegaron a nuestro campamento. Los días que fueron, nos parecieron pocos. Las patatas asadas y una final en la que jugaba España contra no recuerdo qué otro país. Era importante. Para quien lo fuera. 

El bosque estaba vacío. Era hermoso, y triste a la vez. 

Una vez me dijeron panem et circenses, me llegó al alma. Pudiendo entender perfectamente la excusa de reunirse con los amigos en ocasiones por ese motiva para reforzar lazos. Sentados, gritando a una pantalla de televisión, picándose los unos a los otros... Es que simplemente no. La vida está llena de cosas que hacer, con esas personas a las que quieres. Sólo hay que tener un poco de imaginación, como cuando aún no sabíamos ni lo que esa palabra significaba. Era algo inherente. Quedamos tres de nosotros en el campamento, haciéndonos la cena. Una patatas a la brasa que jamás llegaron a hacerse, unos espaguetis con salsa de tomate recién hecha, pimientos a la brasa (estos sí que estaban riquísimos, sobre todo después de echarles un poco de comino y sal). No sé, aquí en Marruecos, es una de esas delicias que tienes que degustar. Como el Cuscús, si quieres. Cuánto disfrutamos y nos reímos. Hasta apareció un tipo de entre los arbustos, que estaba un poco perdido y se unió a nosotros. Decía que tenía que seguir adelante, que aún le quedaba camino. Echamos un canuto mientras anochecía, despidiendo a nuestro fugaz amigo. 

Fuego era divertida, interesante, atractiva y totalmente diferente a mí, coincidíamos en lo intangible. 

Fue meses después, cuando nos cruzamos en Asilah que mi corazón dio un pequeño vuelco, quería besarla. Un beso es lo más hermoso que sucede entre dos personas que se atraen. Y puede quedarse sólo ahí.

Conectamos. Hablamos mucho. Paseamos. Indagamos poco a poco, cada uno en el otro, sorprendidos y fascinados de las palabras que se entretejían, de las realidades que creábamos. Adiós, adiós. Sin embargo no dejaría que se acabara ahí. Había algo, profundo, que me mantenía vivo. Puede que siempre haya sido de amores platónicos. La idea de un Tristán y una Iseo, Isolda, que duermen separados por una espada, me parece una imagen fascinante. Es hasta erótico. Porque no haces eso sin más. 

Pasamos un año, noche tras noche, embriagándonos el uno al otro, sin tenernos al lado. Hicimos del tiempo lo que quisimos. Fui a verla. Caminamos. Andamos por su ciudad, leímos poesía en el suelo, sobre la que luego andábamos. Fuera del hecho romántico, encontrar poesía en el suelo sobre el que miles de personas, millones, pasaban cada día me resultaba extático. Un regalo. Lee. Atrévete a leer, que tu siguiente paso no será como el anterior. Esa noche salimos por ahí, es lo que hacen los jóvenes, reunirse y ponerse a prueba. Conocer sus límites, a medida que viven experiencias, acariciar la locura, o colmarse de placer, lo de la forja de la vida. 

¿Puedo besarte? Tenía que haber dicho. Debe ser porque he visto muchas películas, pero siempre fantaseo con el hecho de simplemente, hacerlo. Hazlo. No lo dudes. Si es lo que deseas. Las consecuencias no pueden ir mucho más allá de una bofetada, y sin embargo, una demostración de amor, es incomparable a ese sentimiento. Es sólo un beso. Un beso que no di.

Fuego conoció a un chico. Tarde o temprano, pasaría. Total, tampoco había nada entre nosotros, excepto eso que resurgirá cada vez que nos volvamos a cruzar. Bajaremos los ojos tímidos, o jugaremos a ser lobos con piel de cordero. 

Juguemos, como niños, sin razón alguna.

Fuego, ha desaparecido. A veces la echo de menos. Leerla. Las risas absurdas, o las trascendencias metafísicas. Fuego, ha desaparecido, pero la vida no ha hecho más que empezar.

Así es como de nuevo aprendí, que los besos hay que darlos, no guardárselos. 

Más de tres años en apenas una página y media. Su cumpleaños fue hace poco, no la he felicitado. Hasta hoy. 

Me pregunto si los sentimientos se pueden escribir. 

Feliz cumpleaños, Fuego. 

Quiero seguir escribiendo, sobre un beso que si di, pero creo que seguiré mañana.

Buenas noches.





martes, 13 de enero de 2015

II

He tenido la tentación de no escribir esta noche, porque es un poco tarde, y sin embargo, no haberlo hecho, habría sido un error. Más que nada, porque hoy, me he pasado el día a la espera de este momento, cuando tenga esta página virtual delante de los ojos, y me pregunte cómo empezar. 

Ayer, lo dejamos con Claudia. Era morena, de ojos claros, no más de 27 años, estaba rellenita, de madre argentina y con una mirada astuta. Sabía un poco de todo. Podía hablar con ella de lo que quisiera, y la conversación no se acabaría, hasta que indagáramos en  algún tema nuevo. Perplejo, porque hacía mucho tiempo que nadie me proponía tomarme un copazo porque ya no eran horas de vino, apuesto por el Gin. Bombay Sapphire, es lo que suelo tomar, sin embargo, no tenían. El barman, Ismael, me ofreció varias gamas : Larios, Beefeater, Gordon´s... Ninguno de ellos en realidad, me convence. Hasta que pronunció las palabras mágicas : Puerto de Indias. 

Puerto de Indias, eso era Sevilla, o lo sigue siendo, lo fue y lo sigue siendo. Me dijeron que lo probara, por si no me gustaba, le dije que echara la copa, que ya vería. Menudo descubrimiento. He de reconocer, que está muy bueno. Cada vez que pueda, es lo que tomaré. Además es simpático. Ni te revuelve el estómago, su sabor no es para nada desagradable, además de que te conecta rápido con los demás. Al igual que la mayoría de estados alterados de conciencia. Como decía, Claudia, tenía una amiga. Nada que ver con ella, mucho más calmada, asustadiza, inquieta, insegura. Pilar, o María del Pilar, si quisiéramos. Peluca, la llamaron unos amigos con los que se cruzó; no se habían visto desde hacía tiempo, y mira que estaban en el bar de al lado. No sé porqué (y aunque buscara la explicación, jamás encontraría las palabras, ni sería tan sincero como fue ese instante) me llamó la atención. Hablamos, los tres, de mil y una cosas, hasta que salí a fumarme un cigarrillo, y Pilar conmigo. 

Lo que viene a continuación es lo que me maravilla de las noches que surgen, como esta que os cuento. Acabamos en otro bar, no muy lejos, jugando al futbolín. Ella no dejaba de animar (y mira que soy malo jugando a esas cosas), mientras nos lanzábamos miradas. Era bonito. A mí me gustó, me gustaba. Significaba que podía seguir creyendo en las casualidades, en la vida, en todo aquello que viene del Caos y surge, sin más. Dos personas que se cruzan y se atraen. A veces culmina, otras no. 
Claudia, apareció, después de muchas horas, buscándonos, ligeramente mosqueada, aunque ahí estaba Quintero. Esa persona que te anima, quita todo el mal rollo y propone seguir adelante. En una noche como esta, eso sería irse a otro bar. Al menos era un step forward. Hacia adelante, como el caudal de un río. Sin detenerse. 
¿Y a dónde a esas horas? Siendo prácticamente las 5 de la mañana. 

- Aquí hay un bar que yo conozco, que nos abren ahorita - Dijo Quintero. Las caras eran de estupor, para qué negarse, pero a mí me parecía maravilloso, incluso teniendo que ir a hacer papeleos con mi madre a la mañana siguiente, o en unas 5 horas. ¿Dormir? ¿Para qué? Había algo en esos ojos que me habían cautivado. Si, primero enamórate, y luego desengáñate. Es hermoso. 

Por primera vez, había entrado a lo que vendría a ser un "bar de gitanos", y no me gusta llamarlo así, me parece hasta ofensivo. El lugar era increíble. Sobre todo los muros, había cosas escritas. Me recordó a mi casa. Esta es una tontería que surgió hace un par de años cuando mi madre quería redecorar la cocina. Siempre he querido un muro en el que las personas que se cruzaran conmigo, o con las que comparto, o he compartido parte de mi vida, pudieran plasmar. Aunque fuera sólo un punto. Se lo propuse, y hoy, esa cocina, está llena de emociones, palabras, escritos, tachones, y hasta una pintura de mucha gente, mucha familia, espontáneos, o nosotros mismos. Ahí estaban todas esas frases, mágicas, adornando los muros, vigilándonos y desnudándose a la vez ante nuestras mentes. Estalló la música, en directo, suavemente. Como una nana, mientras la algarabía se calmaba, retomando el dominio una triste melodía. Nosotros callamos, nos miramos, y volvimos a hablar. Claudia era muy interesante. Pilar era misteriosa. 

El Sol empezaba a desperezarse, así que ya era hora de marchar. 

Las voces, los acordes rotos, las copas sirviéndose, las risas, seguirían sin nosotros. 

Temblamos mientras nos mirábamos, diciéndonos adiós. 

Y entonces ocurrió. En su portal. Nos besamos. Con pasión, juguetones, intensos. Con los ojos cerrados. La pared no nos dejó atravesarla, por mucho que quisimos. Adiós mujer misteriosa, hasta la próxima vez. Un beso voló de su mano, directo a mi corazón. 

No nos volvimos a ver, ni nos volveremos a ver. 

Quiero escribir un libro sobre todos los besos que no di.

El día siguiente, sería crucial. Sería el día en que esto mismo, nacería. Joder, cómo me alegro. Porque no lo voy a negar, hacía mucho que no tenía esta sensación, y es brutal. Siempre, todos, deberíamos escribir. Dibujar también, y cualquier forma de expresar, pero escribir prevalece. Aunque no sea leído por nadie.

Esa noche cenaríamos con Nacho, Beatriz, los hombres de la casa (porque hombrecillos ya no cabe), y Curro, ese perro tan inteligente, con memoria de elefante, modales, y una excitación que me pregunto cómo se puede contener. La charla, las burbujas. El intercambio, ese hecho tan importante de que te construyes con cada conversación, que el encuentro con otra persona, por efímero que sea, es tan importante, y cómo escucharse mutuamente trasciende la propia conciencia humana, aunque hablemos de lo más trivial. Se trata de compartir. Crecer juntos. No necesitamos más que eso, intercambio, relaciones positivas, constructivas. Con cada hecho y ser que te rodee en la existencia. En fin, que me voy por las ramas. Además de este regalo, que llamo valentía, vinieron muchos más, entre ellos Rohmer. Libros. Cultura. Consejos. Fuerza. Así que ahora quiero agradecer. 

Gracias. Y a ver, a ver cómo acaba este proyecto. Esa noche, las risas no faltaron, nutrirse tampoco, ni el vino. O el propio humo. Mi madre, aunque lo negara, porque me encanta, salió encendida. Burbujeante. Hacía mucho que no bebía. A ver, déjame probar el vino este. Nos reímos de vuelta a casa. A carcajadas. A pesar del frío. La dejé en la habitación y salí a dar otra vuelta. Salir de noche, en territorio desconocido, donde te puedas sentir perdido, me apasiona. Da igual que no sepas hablar el idioma, ni leerlo, sin mapa, dirección o destino, siempre hay una salida. Siempre llegas a algún lugar. Personalmente, acabe comiéndome un bocata de tortilla de esos precocinados horribles a las 04:00 de la mañana o así. Y aunque quería más divagación nocturna, pero era demasiado tarde. Al día siguiente llegaba mi hermano, lo mismo quedaba con una amiga que hacía mucho que no veía. Muchísimo. Porque la última vez que la vi fue porque de casualidad nos cruzamos en Sevilla, cerca de la ¿Puerta de Jerez? 

Tenía que estar en forma, además era Nochebuena, el 24, si no me equivoco, y el plan era irse a un Indio y luego a saber. Dormir también era un plan. Ese día acabé en La Casa del Libro, porque una de mis misiones era comprarme un libro. Necesitaba leer. Aquí en Ouarzazate, sí, hay librerías... Pero no puedes encontrar un Hesse, por ejemplo. Cosas de la vida, probablemente incitado por mí, estaba a punto de comprarme : Hambre, de Knut Hamsun, cuando de pronto estaba ahí : Viaje a Oriente, de Herman Hesse. ¿En serio? La idea de adquirir un libro así en Occidente, cuando yo mismo estaba de viaje, me colmó. Sin dudarlo, lo cogí. A todo esto, este hambre viene porque no soy capaz de leerme un libro que llevo años intentando comerme : Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, no sé por qué, pero no lo consigo. Lo más lejos que he llegado ha sido a la página sesenta y algo, si no miento. Sin embargo, hay una película basada en el libro. El otro día la ví. Es digna de ver. Quitando el hecho de que tenemos a Julianne Moore, y a un recién nacido Gael García Bernal, la atmósfera es sublime. Y no entro en si el libro es mejor o peor que la película, porque me parece una gran gilipollez ponerse a juzgar esas cosas, lo único es que merece la pena verla. Mí me ha quitado una espina. 

Viaje a Oriente. Menudo libro. Aún no me lo he terminado, pero hablar de un viaje (qué redundante), muy oportuno, se podría decir. ¡Y bam! Sabrina me responde al mensaje que le mandé. Hacía mucho mucho tiempo. De hecho, el 12 fue su cumpleaños, se lo dije en aquel momento, y sin embargo, hacer un par de días, no la he felicitado. Porque en realidad, quería hacerlo en este blog, aunque ella aún no lo lea. Felicidades Sabrina. Sea este año como deseas. Y no olvides que construimos nuestra propia realidad. 

Quedamos, damos un largo paseo conversando, porque hacía tanto que no hablábamos, y tantas cosas habían pasado, había tanto de lo que hablar. No sólo eso, teníamos que quedar esa noche. El Puerto de Indias, llamaba. Nos fuimos al NOAH, creo que es. Menudo festón tenían montado. Me pusieron una fresa en el Gin, nada mal. Hablamos, por encima de las voces, los bailes, la música, el ruido, la alegría. Alegría la nuestra. Las ganas de un poco de humo, me hicieron salir. Bueno, nos hicieron salir. Buenas risas en el frío del anochecer. Nos veríamos luego, saldríamos a divertirnos un poco. Como debe ser. Somos jóvenes, ¿no? O mejor dicho, la vida, hay que vivirla, experiencias nuevas, distintas todo el rato. Eso es lo que nos mantiene vivos. 

Vuelvo al Hostal, con el extraño presentimiento de que mi hermano me sigue. Llegaba esa noche. Cinco, diez minutos después, alguien llama a la habitación : Es él. ¡Qué bueno! 
La cena en el Indio fue emocionante, nos reímos mucho, comimos bien, vimos videoclips indios, hablamos de colores, sabores, comimos, a más no poder, y mi hermano y yo peleamos contra un vino. Sí, ahora entiendo a la perfección lo de vino peleón. Esa botella nos duró hasta muchas horas después. Acompañamos a mamá al Hostal y nos fuimos a la plaza que hay al lado del gran Corte Inglés a esperar, porque minutos antes había hablado con Sabrina. Parecía que sí se había apuntado, y venía con ella una amiga : Yasmina. Y ¡joder qué gran placer! - El viaje, que sólo duraría 3 días para mí, se estaba convirtiendo en mucho más de lo vivido en los últimos meses. Y no es que me pongo dramático, es sólo que cuando trabajas, estás enfocado en otras cosas, a veces, dejas de lado las experiencias de la vida en sí, la propia casualidad, a pesar de que te topes con ella continuamente, aunque sea en tu oficina - 

Me había comprado una tarjeta, y tenía 3G, es decir, podíamos escuchar música, beber un poco, fumarnos unos cigarrillos y esperar a que las chicas aparecieran. Musicote la verdad. Y pasaron dos señoritas. Algo me decía que eran ellas, se lo comenté a mi hermano, pero digamos que a veces, le falta iniciativa, así que pasaron. Y segundos después sonó el móvil. Eran ellas. Qué risas. Y ahí estaba Yasmina. Qué puto placer. Reímos, reímos mucho. Hablamos. Bebimos. Bailamos. Todos. Hasta casi el amanecer. Si no recuerdo mal, hasta andamos a su casa. Los chupitos habían sido los reyes de la noche. Acabé bastante borracho, para qué vamos a negarlo. De hecho me dormí cuando llegamos a la casa, que recuerdo que era muy muy agradable, la disposición me gustó mucho. Acabé en el sillón, con una manta encima de la cabeza y durmiendo. Espero que sin llegar a roncar. De no ser por el sentido de orientación de mi hermano, que ahí seguía, con toda su energía, me habría perdido. Todo sea dicho, también habría sido divertido. El libro, el libro se perdió varias veces aquella noche, y sin embargo, al iniciar la noche, lo dijo todo : 

- Haces bien en escuchar, eso ya no se oye - 

¿Acaso no es sublime? Opino que sí. Absoluto, diría. Qué gran noche. Nos llevamos una amistad que perdurará. Que no se olvidará. ¿Qué mejor regalo de Navidad? 

Evidentemente, al día siguiente, tenía que volverme. Mi idea era marcharme a las nueve, realmente me lo creí, sabiendo que me engañaba, porque después de noche tan amena, despertarse pronto habría sido un sacrilegio. Acabé marchándome sobre las dos. Un fuerte abrazo a mi madre y mi hermano. Los echaría de menos. Los echo de menos. Pero la vida es así, y es hermosa como es. Permanecer en el nido toda tu existencia, no tiene sentido, por muy cómodo que puedas estar, porque todo lo que ansías en lo más profundo de ti, está ahí fuer,a y como dice un dicho por ahí Life begins where comfort zone ends . Es un reto, como nuestra propia razón de ser. 
Dormir, comer un poco, comprarme otro libro, y zarpar. De vuelta a Marruecos. 

En cierto modo, no quería. Había disfrutado tanto de esos días, había sido tan completo... Bueno, había recargado pilas y ahora tocaba la segunda parte del proyecto. 

A por todas, ya no queda mucho hasta Marzo. O Abril, y sinceramente, espero que haya algo más después. 

Así será, inshalah.

Las 04:17 por aquí, así que creo que es mejor irse a dormir. Aunque personalmente, seguiría escribiendo hasta el amanecer. Le voy a escribir un e-mail a Fuego.










lunes, 12 de enero de 2015

I

Me ha costado. Tres cervezas, una canción llamada Mama India (The Revolution), humo, dos piernas inquietas a más no poder (sabes, cundo empiezas a mover tus piernas sin ningún tipo de razón, cuando en realidad está ahí, dentro en lo profundo, sólo hay que mirar un poco más) y ¿mucho valor? Bueno, al menos es un paso. Sí, llevo tres semanas, si no me equivoco, con la promesa en el corazón ansiosa por salir, y sin embargo, muchas de estas noches que han pasado, lo único que he hecho es tener esta página delante, y no saber qué escribir. Mientras miles de pensamientos, e ideas recorrían mi cabeza. Jugaba a entretenerme con ellas, intenta pulirlas, hacerlas más hermosas, o más perfectas. Ingenuo. Porque a la mañana siguiente, más de la mitad se habían perdido en el pasado. Tocaba irse a trabajar. Fin de la historia. 

Así, me he aferrado como sólo lo había hecho pasiones en mi vida, a un recuerdo. A lo que pasó justo antes, y a partir del momento, en que le dije a aquel compañero, guía... Esa persona que te dice cosas que en cierto modo son un desafío y halagan a la vez, que hacen palabras tus propios pensamientos sobre cosas que deberías hacer, o has estado planteándote años llevar a cabo. Una noche sucede, lo prometes. Y miras a los ojos, con el corazón, sin ninguna razón más que la confianza, y asientes, estrechas la mano, o abrazas, pero sabes que a partir de ese momento, has de cumplir. Y cumplirás con una sonrisa, asintiendo en el silencio de tu apartamento, mientras piensas que esa persona estará leyendo esto. 

A cabo de pensar en borrar todo lo anterior. No tiene sentido. Una vez que "te has puesto", estás ahí, no puedes echarte atrás, la realidad no sabe de control Z y esas cosas. 

En fin, lo que decía - ¿Por qué lo quiero plasmar? ¿Acaso no querríamos a veces, volver a experimentar esos momentos tan mágicos? Personalmente, sí. Sólo que probablemente, me volvería adicto. 

Todo era sobre salir de donde estaba. Hambre. Hambre de algo diferente, de cultura, conversaciones, algo que fuera, siendo lo más trivial del mundo, un poco más allá. Que te empujara a vivir y cuestionar. 

OUARZAZATE - 21/12/2014

05:43 - Llego al aeropuerto, porque la noche anterior me puse ciego, salí con unos amigos, me crucé con otros, dije que me quedaría despierto, y claro, demasiado alcohol, acabé durmiendo. 
Con las prisas y todo, ruego a la señorita de Royal Air Maroc, y lo intenta (la verdad es que se portó - puede que porque la conozca de otras veces, cuando a los actores se les pierde el equipaje. Menuda pesadilla, aunque eso es otra historia). Total, que llama a su compañera, insiste, y nada, demasiado tarde, el avión despegaba a las 06:10. Tenía que haberme quedado despierto. O haberme ido a dormir temprano. 
Además, había una amiga rusa en casa y bueno, queramos que no, siempre he tenido la fantasía de acostarme con una mujer rusa. No sé, las mujeres del Este, me atraen, debe ser algo... Si, ya sé, pero os lo cuento otro día. 
Me vuelvo. A todo esto, el coche lo conducía el segurata del Hotel donde tenemos al equipo y esas cosas. Hamza, un buen tipo. Es divertido charlar con él. ¿Qué hacer, qué hacer, qué hacer? Vale, taxi. 
Sí, la única opción. Tenía que llegar a Tánger. Total, acabo pagando medio taxi para ir a Marrakech, porque a esas horas, un Domingo, ni hay ni Dios (nunca mejor dicho, pero ninguno, ni Alá, ni Dios el mismo, ni Elohim, ni... vale). Me dormí. Me gustó cuando el Sol me daba en la cara en lo alto de la montaña, bonitas vistas también. El  Paso del Tichka lo llaman (en realidad es sólo Tichka, pero así suena más épico). Y Tichka, significa perdido, o te vas a perder, o algo así en bereber. 

En fin, Marrakech, y ocho horas después, o no sé cuántas : Tánger. Alivio. Las 22:00, lo había conseguido, por fin iba a iniciar ese viaje que continuaría enseñándome tantas cosas, y sobre todo, me haría empezar todo esto. 

Veo a Mamá, a mi Hermano, que hacía que no los veía, a mi madre desde Julio, al otro, desde hacía poco, un fin de semana, lo secuestré. Mucho reír y beber. Ver a un par de colegas, y punto. Al día siguiente, tocaba cruzar. 

TÁNGER - CRUZANDO A TARIFA - 22/12/2014

Estamos en el barco, mi madre y yo, deben ser como las 15h00 más o menos, y después de todo el correr para pillar el barco, porque como de costumbre, llegábamos tarde (sí, es cosa de familia, creo). Total, ahí estoy hablando con mi madre y mirando un poco hacia la nada cuando me giro y veo a Laura. ¡Hacía tiempo! ¡Qué alegría! Y el barco empezó a balancearse. La gente empezó a marearse, mi madre y Laura incluidas. Total, que salimos fuera, a echar un cigarrillo, y sí, sí que se movía el barco. Había una señorita vomitando en una bolsa con su hermana pequeña consolándola. Qué curioso me resulta siempre el hecho de que los más jóvenes acaben cuidando de los mayores, pero bueno, debe ser de eso de ley de vida. Un viaje gracioso. Y la verdad es que a parte de lo de Laura, lo que más me sorprendió, fue que no me mareé. También es verdad que una vez, eché las tripas. 
-Feliz Navidad, año nuevo y nos vemos- 
Taxi. Tickets. Tarifa. Sevilla. Vamos a andar. La verdad, es que no sé por qué, pero siempre he dicho que no me gustaba Sevilla. También es cierto que después de esta última vez, puede que las cosas hayan cambiado. Puede que ya no sea tan prejuicioso. 
Sevilla. A saber qué hora era. Llegamos a la Calle San Eloy, llamamos al timbre del apart-hotel donde solemos alojarnos, y nadie responde. Una segunda vez, nada. Mi madre y yo nos miramos. 
- Habrá que buscar un Hostal - Y ahí estaba, justo al lado. Hostal Zahira. La verdad es que a mi madre no le convencía, pero es que en realidad, qué más da, sólo duermes ahí, el resto del tiempo y del día, los pasas fuera. Total, subimos, habitación 123 (mi hermano llegaba en un par de días, el 24). Dejamos las cosas, mi madre se acaba durmiendo, apenas comemos un poquito, y me da por salir a dar una vuelta. Tomar una cerveza, que ahí puedes salir y disfrutar un poco, aunque sea, de conversaciones fugaces. El alcohol, la noche, lo que queramos, ¿pero acaso no es hermoso cómo te acabas enredando en una trascendencia que eventualmente, surge? Contrastes incluidos. Recordaba la Calle Betis, ahí es donde una vez me llevaron unos amigos que conocí en Marbella, a los dieciséis. Empiezo a andar y acabo en Plaza de Armas, cruzo el puente blanco con cubiertas, llego al otro lado y empiezo a caminar, en vez de siguiendo el río, por las calles. Me pierdo por Triana (si no me equivoco). Me encuentro a un chaval, tendría mi edad, más o menos, en la puerta de una pequeña iglesia de barrio, fumándose un canuto y disfrutando del silencio. Se sorprende de lo lejos que estoy (aunque siempre he pensado que en Sevilla se tiende a exagerar en las distancias. Una vez me dijeron que un bar estaba lejísimos, y sólo estaba a 15 minutos andando)

Me indica, retomo el camino, y llego, después de dudar un par de veces si izquierda o derecha, y hasta haber tenido la tentación de haber entrado en uno de aquellos bares raros, de camino al lugar donde otra historia empezaría. Había cenado con mi madre un poco en un italiano, y como últimamente he estado probando el vino, llevaba dos copas, y quería una tercera, porque si no sería un Gin. 

Entro, hay unas 7 personas, y el barman. Dos chicas en la barra. Otras sentadas, un borrachuzo y un grupo de chavales. Estaban hablando con el barman, las dos chicas. Sinceramente, no quería interrumpir, estaban en una conversación más que iniciada. 
Entonces, él se giró hacia mí - Un vaso de vino - Negó con la cabeza, mientras sonreía y una de las chicas se giraba hacia mí para decirme - ¡No son horas de beber vino, ahora toca una buena copa! - Claudia, como la mujer de Pontius Pilate, no podía decirle que no. 

(Y me voy a dormir que mañana toca trabajar)